Ello nos conduce a tener especialmente en cuenta sus capacidades, necesidades, intereses, expectativas y deseos, a fin de mantener su motivación, lograr su implicación y fomentar el desarrollo de una autonomía que hará posible que extienda su aprendizaje durante toda la vida.
Existen diversos enfoques teóricos que nos proporcionan sustento en este proceso:
Donde se promueve el valor del ser humano, creado a la Imagen y semejanza de Dios, como seres únicos e irrepetibles, considerándolo el elemento central y generador del quehacer educativo.
Pretende equilibrar o balancear los diferentes dinamismos que presenta la naturaleza humana inserta en el contexto cultural, social y económico.
En el corazón de la teoría constructivista yace la idea de que el individuo “construye” su conocimiento.
Ninguno de nosotros somos islas autosuficientes en el océano social. Dependemos de aquel “otro generalizado” para nuestro desarrollo físico, mental y espiritual. Los encuentros sociales desarrollan las potencialidades del individuo.